«Locura y Libertad», un gran artículo de Joan Miquel Viadé, próximo ponente de Ciencia y Espíritu en Zaragoza

Locura, la llave de la libertadA todos los agentes del cambio, al principio se les llamó locos. La historia la escriben, más a menudo de lo que nos gusta reconocer, los vencedores así que no es de extrañar que en muchos casos, a la hora de relatar una historia se olvide mencionar cómo empezó. Y generalmente empezó gracias a una Locura.

La linea que separa la genialidad de la locura, muy a pesar nuestro no existe realmente. No hay una linea definida y clara que a los cuerdos, nos proteja de la locura. De hecho, que contrasentido, esa falsa sensación de seguridad, de protección, de frontera, es quizás la más loca de todas las ideas que albergamos en nuestro interior. Esa linea de protección nunca ha existido y a pesar de nuestro denodado esfuerzo por construir un yo sólido y coherente, nuestra locura particular e interior nos acompaña a sólo un paso por detrás de nosotros mismos, esperando el momento para hacer su entrada en escena y revolucionar nuestra vida y quizás el mundo entero… ¿Sorprendido/a?

Cuando repasas la historia, no como la escribieron los vencedores en sus libros -así bien mona y toda bien arregladita-, sino preguntándote realmente qué podía estar sucediendo en ese momento en la vida de sus protagonistas te das cuenta que la mayoría de acontecimientos históricos que ahora nos dejan con la boca abierta, en su momento empezaron seguramente con alguien oyendo una frase al estilo de: “Tú estás loco. Eso no se puede hacer”. Ese alguien es el que ha pasado a la historia mientras que al pobre incauto que le advertía sobre su locura la historia le ha olvidado. El incauto, en su deseo de no traspasar la línea de la que hablaba antes, en su afán por no transgredir, por encajar en el estándar social imperante en su época no inició ningún cambio mientras que el loco, aceptó el precio a pagar e inició una revolución.

Supongo, por citar sólo un par de ejemplos, que en su momento debieron de tildar de loco a Leonardo Da Vinci o al primer hombre que se ensució las manos con carbón y empezó a dibujar en la pared de una cueva lo que había sucedido ese día durante la caza… De hecho, no hace falta ni siquiera suponer ya que la historia se ha encargado de llamar directa y oficialmente locos, por ejemplo a Galileo Galilei, Giordano Bruno, Vincent Van Gogh o bien, cuando ha sido imposible llamarles locos, se les ha tildado de antisistema (Jesucristo, Gandhi, Rosa Park y un largo etcétera). Mientras preparaba este artículo, uno de los casos más curiosos que he encontrado, es el del científico francés Jacques Benveniste (1935-2004) uno de los iniciadores de la homeopatía que en su momento afirmó que el agua tenía memoria. En su momento, la comunidad científica se le echó encima y en cambio 25 años después, Masaru Emoto, demuestra a través de experimentos bien sencillos no simplemente que el agua tiene memoria, sino que es capaz de reaccionar a las emociones del entorno. ¿Alguien le ha pedido disculpas públicamente a este señor?

Como cultura, es curiosa nuestra tozudez por no estar locos, por mantenernos dentro de la falacia de un yo perfectamente definido y seguro cuando, en realidad, la inmensa mayoría de los cambios que han dado lugar a nuestra cultura actual (inventores, innovadores, visionarios, revolucionarios…) fueron emprendidos por individuos que en sus inicios fueron tildados de locos.
La locura es el componente esencial de nuestra cordura
Por supuesto, la acepción de la palabra locura que sustantiva a la patología clínica (desequilibrio mental que lleve a la distorsión de la percepción de la realidad, la ausencia o la pérdida de las funciones cognitivas que impida las actividades cotidianas), poco o nada tiene que ver con este artículo… O quizás sí, Porque, de hecho, si tenemos un poco de manga ancha y aunque nos cueste a todos el tener que aceptarlo, muchos de estos personajes que en su momento iniciaron una revolución en cualquier campo, en muchos casos, actualmente hubiesen sido diagnosticados con trastorno limite de personalidad. ¡Qué curioso! Como ahora tenemos etiquetas ya podemos encerrar o dopar a los transformadores.

En la actualidad, mientras día a día el cerco de tiza a nuestro alrededor (como genialmente me describió hace unos días el músico y compositor Guillermo Cazenave) se acerca más a nosotros, declararse oficialmente como loco (o sea: genio, innovador, antisistema, inventor, revolucionario) tiene un precio cada vez más alto. El control sobre la población y la reducción del espacio de libertad individual es tan flagrante que ha minado completamente nuestro espíritu combativo. En la actualidad, por citar también sólo un ejemplo que ralla en lo absurdo, los trabajadores ya no luchan por lograr un aumento salarial, sino para negociar cual es la perdida de capacidad adquisitiva que están dispuestos a aceptar este año… A mi, que no me cuenten que el mundo ha cambiado tanto. Las fábricas siguen siendo fábricas, y los trabajadores, trabajadores así que cuando el esquema social y los medios son tan perversos que te hacen creer que defender tu libertad es inapropiado y que ahora lo que debes hacer es defender la mejora de tu prisión es que algo no anda fino, por decirlo suavemente.

Junto con esta perversión de la información, debemos ser conscientes, además, que hoy en día cualquier actividad es susceptible de ser controlada, cualquier declaración, artículo, informe, expresión, es almacenada, catalogada y etiquetada a través de herramientas electrónicas de tal manera que en cualquier momento, el sistema (el gobierno, los grupos de poder, las grandes corporaciones, etc.) pueden saber qué piensas, qué opinión tienes “acerca de”, en qué andas metido, además de dónde estás, qué estás comiendo, con quién, cuanto dinero te has gastado y sobretodo, cuando y donde te has conectado a la red y qué páginas has consultado. El cerco de tiza a nuestro alrededor, la libertad de movimientos de que gozábamos hace apenas 10 años ha visto drásticamente reducida su superficie… Y en este caldo de cultivo de maltrato salvaje y vejación constante de la libertad individual no es extraño que ya haya voces que desde los centros de poder ya se atrevan a insistir abiertamente en empezar a implantar indiscriminadamente chips subcutáneos a la población, en controlar los contenidos que muestran los buscadores de Internet (para qué voy a ser eufemista, controlar lo que Google te muestra), en definitiva, controlar completamente a la población civil de a pie y así saber en todo momento: qué hacemos, dónde estamos, qué pensamos, qué información nos llega así como, con quien nos relacionamos, qué tipo de productos usamos para, finalmente, a través del control y el filtrado personalizado de la información, decidir ya abiertamente por nosotros, cuales son los productos, personas, informaciones y actividades, más adecuadas entre las que debemos escoger. Sutil e inocuo pero no por ello menos alienante y mortal. Y más aún, poder etiquetar y perseguir científica y electrónicamente a todo aquel que se atreva a difundir o defender ideas que el sistema considere peligrosas.

Estando así las cosas. En estos momentos en los que, por ejemplo, la policía golpea impunemente a los adolescentes sólo por atreverse pedir calefacción en un instituto (video 1, video 2 ), quizás deberíamos empezar a reflexionar profundamente sobre quienes somos y qué tipo de gobernantes queremos tener en nuestras vidas.

El Loco en el Tarot, la divina presencia de la locura en nuestro interiorLa figura del loco siempre nos ha acompañado como especie. El loco ha representado en nuestras sociedades la presencia constante del lado salvaje, irreverente, transgresor que todos nosotros llevamos en nuestro interior. No aceptarlo es la manera más sencilla de perder nuestra condición de seres sensibles. Empezar a creer que, efectivamente, esa línea que nos protege de la locura es una linea real que, por nuestra propia seguridad no debe de traspasarse, es perder realmente la humanidad, es convertirse en poco más que una máquina de trabajar y consumir. Creer que esta línea existe y debes mantenerte quieto es asesinar al animal mágico que llevamos dentro y rechazar de plano toda posibilidad de cambio en nuestra vida.

El tonto del pueblo, los carnavales y las fiestas de disfraces, la figura del tramposo que se convierte en héroe, el idiota ilustrado, el inventor, el revolucionario, el bufón y el payaso, el científico loco, el trotamundos, los hippies en su momento, el villano seductor… A lo largo de la historia, como decía antes, la figura del loco y transgresor siempre ha estado presente en nuestra sociedad y esta simbiosis sana y coherente es lo que precisamente garantizaba el avance sostenido de nuestras distintas organizaciones así como su capacidad de transformación paulatina. La presencia aceptada de la locura (en loco del tarot, sin ir más lejos) en nuestra estructura interna y social es precisamente, lo que mantenía la cordura global del sistema. La presencia de la Locura era el punto de inflexión que era capaz de producir los cambios, como en los ciclos del Yin y Yang o en los de histéresis de los imanes. Ahora, en cambio, en medio de esta sociedad que tilda rápidamente de asocial o peligroso, y persigue brutal y eficazmente cualquier movimiento fuera del estándar social aceptado, lo único que va a suceder es la alienación paulatina de la población y en consecuencia, la radicalización del cambio. Precisamente eso que “el sistema” quiere evitar, por nuestra seguridad, claro.

No seamos ilusos, no puedes quitarle la capacidad de crear manzanas a un manzano e intentar convencerle de que sigue siendo un manzano. Ya no lo es. Y con nosotros sucede lo mismo, intentar extirparnos a través de esta perversa ingeniería social a nuestra parte de locura es el camino más corto para llevarnos hacia la locura (demencia) en el sentido médico de la palabra. Y si no, que se lo pregunten a las farmacéuticas que cada año venden más y más ansiolíticos, antidepresivos, en fin, sustancias que controlan y deformación el paradigma mental y la percepción de la realidad que tiene el individuo.

La locura nos (con)mueve, nos agrada,  nos hace seres creadores. Es curioso ver como por ejemplo, las series de televisión con más audiencia estan protagonizados por calcos perfectos del arquetipo del Loco. El Mentalista, sin ir más lejos, es el bufón, el que hace reir, el que dice lo que todo el mundo piensa pero nadie se atreve a confesar, el que hace lo que le viene en gana, reta constantemente al poder establecido, usa su astucia y su incapacidad para adaptarse a los patrones estandar con fines creativos en todo momento… ¿Y bien? Pues nada, que líder de audiencia. ¿Y House? Pues más de lo mismo… Y si ahora vamos al otro extremo de la oferta televisiva tenemos a los “realities” o a los programas de cotilleo. Cuanta más locura, más audiencia. Cuanto más transgresión enlatada y programada, más publicidad, cuanta más ingeniería social y perversión de la comunicación, más alienación de la capacidad de movimiento individual… Y por último, los programas dedicados a cosas imposibles, documentales sobre grandes saltos, grandes retos, grandes gestas, grandes aventuras, animales peligrosos, espacios desconocidos o gentes extrañas que habitan paraisos perdidos… No podemos negarlo, nos encanta la locura no obstante, aquí el tema no está en valorar si nos encanta o nos detesta la locura (la locura está en nosotros y los hechos sobre hábitos de consumo hablan por si mismos) sino en tomar consciencia de que diariamente consumimos grandes dosis de locura enlatada y por el contrario, por un lado cada día hacemos menos locuras a nivel individual y por otro, que “la ley”, sus representantes y el sistema social imperante cada vez persigue más de cerca a aquellos que individualmente practican la locura.

Nos parece normal que desde los medios de comunicación se potencie, por ejemplo, a que la gente salte al vacío desde grandes alturas atados por una cuerda y en cambio, esté mal visto, de hecho, demonizado directamente y perseguido brutalmente, el reclamar o defender públicamente las libertades individuales. Cuando alguien alza la voz, los medios ya se encargan rápidamente de tacharlo de peligros, de loco (en el sentido psiquiátrico de la palabra).
La ausencia de locura y su control nos llevan a la locura colectiva, Auschwitz
Desde el stablishment el mensaje es claro. Te dicen: “Hay que controlar a la población, es por tu seguridad, por tu bien. Si los dejásemos campar a sus anchas, quién sabe lo que serían capaces de hacer. Esto sería un caos.” Y esto me recuerda a que hace algunos años, se decía algo parecido cuando se estaba reclamando el derecho a votar para las personas de raza negra, o para las mujeres. También entonces auguraban que sería el caos. La diferencia es que ahora, el sistema tiene información detallada sobre ti y tus actividades, y la ley permite a sus agentes irrumpir, transgredir y vulnerar en tu intimidad impunemente así que esa sensación de seguridad que sentían los revolucionarios de antaño al llegar a su casa y cerrar la puerta de la entrada de su castillo -que básicamente era lo que les mantenía con la cordura suficiente para seguir en pos de su locura-, ahora ha sido completamente anulada… Y sin locura, no hay cambios.

Cada uno que saque sus propias conclusiones, cada cual valore cuanta locura quiere añadir a su vida o cuanta humanidad desea perder diáriamente, yo personalmente, apuesto por un poco de locura en mi vida. Por eso quizás, a sabiendas que este artículo va a ser indexado, contrastado, clasificado y yo voy a ser etiquetado rápidamente como sedicioso y peligroso, incluso, dentro de unos años, si la cosa sigue así, perfectamente pueden llegar a llamarme terrorista, escribo este artículo y lo cuelgo en la red. Para que tú puedas leerlo. Y recuerdes que tu dosis diária de locura va a ser lo único que va a mantenerte cuerdo así que, levántate y anda: Haz locuras, no te creas lo que el sistema cuenta sobre los locos, No mires las series de TV, no te enfundes en una vida gris y creas que no tienes el poder para solucionar tu vida. No dejes de pedirle consejo diariamente a tu loco interior. No dejes de transgredir, no dejes de hacer el amor (no te creas todo lo que te cuentan sobre las enfermedades de transmisión sexual que al final nos convenceran de que lo natural es hacer el amor con preservativo), no creas que el sistema prevalecerá a pesar de ti, no sigas haciendo lo de siempre. Aparta de tu vida el miedo a pensar y a hacerte preguntas. Sé incómodo. Levántate y anda, y piensa. Yo ya he empezado.

Fuente: http://www.joanmiquelviade.com/es/fengshui/locura-y-libertad/

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